Es cierto que la curiosidad propia de los seres humanos, es la que ha hecho que, desde la mas remota antigüedad, miráramos al cielo atraídos por la fascinante belleza de ese conjunto de innumerables luminarias que vemos desfilar continuamente sobre nosotros por la “bóveda celeste”, haciendo que nos planteáramos preguntas sobre cual es su naturaleza y su origen, a que distancias se encuentran, como se mantienen ahí «arriba», como se mueven o que influencia tienen sobre nosotros.
Pero también es verdad que la Astronomía, igual que otras muchas ciencias, debió en gran medida su origen y su desarrollo, a necesidades de tipo practico:
En este caso, la observación y el estudio del movimiento de los astros en el firmamento, permitió a nuestros antepasados descubrir los ciclos naturales que rigen la existencia de los seres vivos, especialmente de las plantas, ya que conocer estos ciclos era necesario para el desarrollo de la agricultura, pues permitían predecir o saber con cierta antelación, entre otras
cosas, el comienzo de la época de las lluvias o el momento mas apropiado para plantar las semillas. Un ejemplo de este uso práctico de la Astronomía, lo encontramos en el antiguo Egipto, donde el «orto heliaco» de la estrella Sirio (cuando salen al mismo tiempo, por el horizonte Este, el Sol y dicha estrella) indicaba el inminente comienzo de la gran crecida anual del río Nilo, que era fundamental para su agricultura ya que regaba y fertilizaba los campos de cultivo.
Todo esto trajo consigo la invención de los calendarios, que no son otra cosa que una división del transcurso del tiempo en periodos de diferente duración, basados en el registro de esos ciclos repetitivos que se observan en el movimiento de algunos astros, como el Sol, la Luna o algún planeta, con respecto a un punto destacado del horizonte terrestre o tomando como referencia ese «tapiz» de fondo, aparentemente inmutable, que forman las estrellas. El calendario, junto con el desarrollo de la escritura, permitían además registrar la fecha en la que se producían los acontecimientos importantes, dando lugar así al nacimiento de la Historia.
Por otra parte, el conocimiento del firmamento también se hizo necesario para el desarrollo de la navegación por el mar, o de la travesía de los grandes desiertos, donde uno pierde de vista cualquier punto de referencia en la tierra, como podrían ser, por ejemplo, los picos de las montañas. En estos casos, solamente conociendo la posición y el movimiento de algunos astros, podían orientarse y saber su situación, para llegar a su destino o para encontrar el camino de regreso a casa.
Carlos Vera Hdez – 18/04/2001